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Desde el 19 de abril en salas de cine de Maldonado, Montevideo, Paysandú y Salto.
El largometraje de animación AninA, de Alfredo Soderguit llega a las salas de cine luego de haber girado y recibido varios premios en el extranjero. Entre algunos de sus logros, se destacan la participación en la Berlinale (fué la primera película uruguaya que participó en esta sección), el Baficito y los premios a mejor Dirección y Mejor Película recogidos recientemente en el Festival Inernacional de Cine de Cartagena de Indias, Colombia.
Luego de una pelea a la hora del recreo, Anina recibe una misteriosa sanción de manos de la directora de la escuela en un sobre negro cerrado y lacrado. El enigma del contenido del sobre llevará a Anina por un viaje onírico del egoísmo hacia la generosidad.
Basada en la novela Anina Yatay Salas de Sergio López Suárez, Anina obtuvo también los siguientes apoyos y reconocimientos: ganador del Fondo de Fomento ICAU, categoría producción, Ganador premio FONA, apoyo del programa Ibermedia, apoyo de los Fondos Concursables, ganador premio ICAU, WIP Festival de Punta del Este, ganador del Fondo para el Desarrollo Cinematográfico – Proimagenes, (Colombia), ganador del apoyo Visions sud est (Suiza).
Consultá aquí los horarios y las salas.
Facebook: https://www.facebook.com/aninayataysalas?fref=ts
Compartimos la nota realizada por Rodolfo Santullo para El Observador
La sorprendente niña capicúa
“Me llamo Anina Yatay Salas, tengo 10 años y estoy metida en un lío de novela”; así empieza una de las mejores películas que ha dado el cine nacional a lo largo de toda su historia"
Los antecedentes en materia de animación nacional no son numerosos. Más allá de la destacable Selkirk, de Walter Tournier, y algunos cortos, no es un género que se haya desarrollado con asiduidad en la siempre incipiente industria cinematográfica uruguaya. Razón de más para celebrar este verdadero triunfo que es la película de Alejandro Soderguit (y equipo) a partir de una novela del laureado escritor Sergio López Suárez.
La historia de Anina –el lío de novela al que se refiere– versa sobre una pelea que sostiene en el patio de la escuela con una compañera (la antagonista de nuestra heroína, quien la acosa continuamente a partir de su nombre gritándole “niña capicúa, niña capicúa”) y el castigo que la directora les otorga a ambas: un misterioso sobre negro que deberán abrir luego de una semana para descubrir su castigo por pelear.
El sobre –que dispara descontroladamente la imaginación de Anina en varias secuencias oníricas que referencian, y nada tienen que envidiar, a las películas de Henry Selick y Tim Burton– mantiene en vilo a Anina esperando la revelación del castigo en una historia que es además de maduración y crecimiento, ya que la protagonista aprenderá varias cosas de su entorno (de su antagonista, incluso) y logrará llegar a una conciliación con su propio nombre y la particular obsesión de su padre (al que da voz un afinado César Troncoso) con el concepto capicúa.
Una obsesión que en cierta medida comparte la propia Anina, ya que busca elementos capicúas en todo: en su vida cotidiana, en las fechas y, en particular, los boletos de ómnibus (cosa que seguramente recuerda haber hecho cualquiera que haya superado los 30 años de edad).
Dichos boletos, sumados a la vida de barrio y escuela sin ceibalitas que presenta la película, nos transporta a un momento de Uruguay que parece lejano en el tiempo pero que no va más allá de fines de la década de 1980 y principio de la de 1990.
Los realizadores parecen reconstruir en la historia de Anina su propia infancia y la de los espectadores que comparten con ellos una elástica franja etaria.
La reconstrucción de este espacio emotivo incluso va más allá de la escuela, ya que representan un barrio de Montevideo que puede ser casi cualquiera con sus almacenes, sus niños jugando en la calle y sus vecinas chusmas. En estos personajes aparece el aporte impagable de Petru Valenski y Roberto Suárez en voces.
Pero Anina no es una película nostálgica disfrazada de relato infantil sino que en cambio es una divertidísima historia para disfrutar con niños (o también solo, por si no había quedado claro) que combina varias formas de animación en el transcurso del metraje, un relato que transita por distintos géneros (hay momentos de horror y muchos de comedia) en una historia sólida como pocas, gran mérito del también autor infantil Federico Ivanier al trasladar el relato original.