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En la sala del Archivo General de la Nación el MEC formalizó la recepción del archivo del Doctor Juan Alejandro Apolant
Quizá aquellas obras íntimamente ligadas a la historiografía, a la genealogía y a la microhistoria, por la inevitable aridez académica de sus características estén un tanto alejadas del interés general más allá del puntual requerimiento del erudito y sin embargo, reseñar filiaciones, ascendencias, entronques y descendencias de las primeras cuarenta familias que poblaron el país puede constituir un material atractivo aún para el lego en tiempo de tanto efímero clic.
Así ocurre con el rigor y el indispensable cariño con que un inmigrante prusiano de comienzos del siglo XIX, arribado a estas tierras huyendo del ascenso implacable del autoritarismo nazi, integrado a ellas, vuelto comerciante pero con formación universitaria, en búsqueda casual de los datos de su nuera recién integrada a la familia, resuelve abordar de una manera cada vez más integral la genealogía de su época, construyendo una obra que como bien señaló el Dr. Carlos Zubillaga en la ceremonia, deslumbra por la perfección y minuciosidad incansable, objeto de mil revisiones de su elaboración en la prehistoria de la digitalización.
La Génesis de la Familia Uruguaya
Luego de la bienvenida entusiasta que la directora del Archivo General de la Nación, Alicia Casas de Barrán brindó al público presente que llenó la sala, brevemente se refirió a Juan Pivel Devoto, para señalar que había aprendido mucho de él, menos de su costumbre de ir a la casa de alguien a pedir directamente un material, a pesar “de que tuvimos en mente este archivo desde que entramos aquí”, señalando además que “ayer, cuando fui a revisitar la obra, noté que la Génesis de la Familia Uruguaya está dedicado a su hija, Elena Apolant” a quien agradeció nuevamente, dado que es la donante formal del archivo de su padre.
A continuación se dio lectura al acta notarial de recepción y donación de las ocho cajas numeradas, archivos personales, una carpeta y dos catálogos donde se detallan fotos, acreditaciones personales, información para su obra, recortes de prensa, correspondencia sostenida por Apolant con archivólogos, historiadores e investigadores y se procedió a la firma por parte de las autoridades formalizando así el archivo que pasa a disposición del Archivo General de la Nación para que posteriormente pueda cumplir con su finalidad última, convertirse en material de consulta de altísimo valor para los usuarios.
El Dr. Carlos Zubillaga fue quien se ocupó de reseñar la vastedad del universo comprendido en aquellos materiales compendiados por el académico, señalando “el regocijo para la comunidad académica” implícito en su recepción, indicando que deseaba “consignar breve pero claramente la importancia del legado”, destacando que en el Uruguay de 1936, que por entonces no estaba en su plenitud democrática, se podían escuchar sin embargo las voces que cuestionaban lo que estaba pasando en Europa, realidad absolutamente disímil, que contrastaba con existente en la tierra natal de quien legaría una profusa, ejemplar obra.
Bonhomía, rigor y generosidad
Remarcó Zubillaga que Apolant, en poco más de dos décadas, fue capaz de abordar el proceso demográfico del país en La Familia Uruguaya, hizo caudal de conocimiento sobre la historia colonial rioplatense, formulando aportes esenciales, innovando en método y abordaje, abatiendo mitos y señalando errores de quienes lo habían precedido.
El académico apuntó igualmente rasgos humanos enaltecedores de la humanidad del historiador y genetista, como su bonhomía, rigurosidad y generosidad, su sencillez que lo movió a descubrir hechos y conferirles sentido en una tarea extraordinaria por su volumen, de quien “no necesitó cátedra para ejercer su magisterio natural”, connotado por los aportes inmensos “que pude atesorar para guiarme en mis investigaciones historiográficas”.
Entre 1966 y 1975 publicó ocho libros, mantuvo una permanente comunicación epistolar con colegas que tenían acceso a archivos públicos y privados en todas partes, con el apoyo permanente de su esposa, que incluso redactó parte de su trabajo, pero sobre todo “aventó las pretensiones aristocratizantes de sus predecesores en el Río de la Plata, dando cuenta en el siglo XVIII y la primera mitad del XIX, de toda clase de pobladores, cualquiera fuera su estatuto genético o etnia”. Extendió Zubillaga este concepto a la encarnación, a pesar de su origen de inmigrante culto, del pensamiento artiguista de estas tierras, superador del genealogismo tradicional.
Se refirió igualmente a las microhistorias (la trilogía “Sirve al Señor y Sabe de Dolor”, “El primer Suicidio en Montevideo”, “Una tormenta en un vaso de agua”) y a la donación de materiales en el año 2000 realizada a la Facultad de Ciencias Sociales, que permitió a una generación de estudiantes empezar a disfrutar de aportes de la historiografía de primera mano, abrevando en un caudaloso conjunto de fuentes.
Cerró la oratoria escuetamente la ministra María Julia Muñoz, señalando “el privilegio” que para ella representaba poder asistir a la donación de Elena Apolant, destacando la presencia en primera fila del expresidente Julio Maria Sanguinetti y su esposa Marta Canessa, historiadora de fuste.
“Aprendí mucho de Zubillaga” aclaró, además de agradecer la generosidad de Elena y confiar en que el archivo “ahora está en manos talentosas y sabias como las de Alicia Casas de Barrán”.
JV/RL
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