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Más de 3.000 jóvenes participan de una propuesta educativa integral en 22 Cecap distribuidos en el país
En los últimos 12 años los Centros de Capacitación y Producción (Cecap) pasaron de 2 locales a 22. Con el aumento de la oferta, también creció la cantidad de beneficiarios, más de 3.000 jóvenes de entre 14 y 20 años que no estudian formalmente ni trabajan. La propuesta incluye talleres con un enfoque de educación y trabajo, en los cuales el desarrollo de habilidades para la vida y la convivencia son prioridad.
Los Centros de Capacitación y Producción, hoy dependientes del Área de Educación No Formal del Ministerio de Educación y Cultura (MEC), funcionan en el país desde la década de 1980, pero, a partir del año 2005, comenzaron un proceso de transformación, para migrar de un modelo de producción a uno enfocado en una educación más integral. En ese año funcionaba un centro en Montevideo y otro en Rivera. Actualmente, son 22 los locales disponibles en distintos puntos del país que operan en coordinación con las intendencias.
La propuesta cambió con la creación del Programa Nacional de Educación y Trabajo; actualmente privilegia la acción educativa y permite la expansión de las propuestas fuera de Montevideo, donde no existían opciones alternativas para los jóvenes que no estudiaban ni trabajaban. A estos centros concurren jóvenes de entre 14 y 20 años que se encuentran desvinculados del sistema educativo formal; se priorizan las situaciones de vulnerabilidad social. Actualmente, superan los 3.000 estudiantes.
Los jóvenes asisten a los Cecap de lunes a viernes y desarrollan entre 20 y 25 horas de actividad. Allí pueden realizar una serie de talleres vinculados al desarrollo de aptitudes laborales, como carpintería, peluquería, informática, gastronomía, jardinería, huerta, y al arte, mediante artes plásticas, recreación, candombe. "También se agregan cursos de conocimientos básicos, es decir, en aquellas habilidades vinculadas a la oralidad, el lenguaje escrito, la matemática, el cálculo, todas herramientas que ponen en juego en los talleres laborales y en la vida", explicó la coordinadora nacional de los Cecap, Isabel Alende.
El proceso educativo dura dos años, divididos en cuatro semestres. Los jóvenes ingresan y atraviesan todos los talleres. En el segundo semestre realizan una autoevaluación y optan por los que más les gusta, firman un contrato pedagógico, en el que asumen el compromiso de participar del proyecto, y se incrementa la cantidad de horas de las propuestas por las que optaron. Culminan el tercer y cuarto semestre con la realización de un proyecto productivo vinculado a la comunidad. Estas experiencias implican tareas como la recuperación de plazas con la instalación de juegos de madera, pintura de arte urbano o servicios respecto a la accesibilidad, como el diseño de una bicicleta especial para una vecina que se desplazaba en sillas de ruedas.
Alende señaló que este modelo apunta a la educación y el trabajo como un eje articulador, ya que los jóvenes que lo deseen pueden culminar la educación media básica, a través de dos proyectos coordinados con UTU y Secundaria. Por otra parte, indicó que se concibe al trabajo como un factor de desarrollo humano, no tan asociado al empleo o la “changa” .
En entrevista con la Secretaría de Comunicación Institucional, la coordinadora aseguró que la experiencia demuestra que los estudiantes quieren participar y aprender. En este sentido, destacó el rol que cumplen los docentes en este proyecto, a los que definió como “la referencia educativa”. Cada día, un docente que los espera a la llegada y se queda cuando se van los acompaña en el proceso de formar grupos, convivir, cumplir normas y ser partícipes de su diseño e instrumentación.
Alende explicó que en el programa se trabaja en una estrategia de reporte de la desvinculación. “Cuando un chiquilín deja de venir a un Cecap, hacemos el ejercicio con una herramienta pedagógica existente que le permite al coordinador del centro pensar en el proceso de ese joven y luego salir a buscarlo. Hay que tener en cuenta que en los Cecap la asistencia y las trayectorias no necesariamente son continuas. Nos pasa mucho en departamentos donde hay cosecha, como el litoral, que los chiquilines deben ausentarse un mes para trabajar. En ese caso, hacen un acuerdo y retoman luego. Más allá de si dejan o no, nos interesa saber dónde están, porque si un joven se va porque terminó ciclo básico para nosotros es un egreso anticipado pero exitoso”, concluyó.